domingo, 27 de enero de 2013

Todo en moderación, inclusive moderación

apareció en la galleta de la fortuna de Ugonna. Estábamos dos titulares y un estudiante saliendo de un bufet chino. Ellos dos habían venido a la zona a ayudarme con la documentación del proyecto y fue en esas en la que me quedé atrapado en un sin parar de comida callejera por el asunto de lo tácito, lo cortéz y lo corporativo. A decir verdad eran salidas agradables en conversación y empatía.
Ellos serían sólo los primeros de una cadena constante de cuatro rotantes extendida hasta la finalización del proyecto, donde cada semana uno nuevo vendría a brindar su apoyo. Apoyo necesario cabe destacar, pues revisar diariamente más de doscientas formas de inspectores ligeramente renuentes no es tarea fácil.
Ya he conocido dos y estoy por conocer al tercero. En general no me puedo quejar... Aunque si tan sólo estas rotaciones me permitieran usar la cocina y el congelador, creo que mi sistema me lo agradecería en demasía.
Ahora que lo pienso, la comida y cómo balancear el tiempo que ella requiere del resto de mis actividades ha sido un inconveniente desde los primeros grados de primaria. En la universidad muchas veces decidí continuar a comer. ¡Hasta en mi casa! Y últimamente he escuchado que la situación no mejorará en lo absoluto para el próximo proyecto. Términos como "comida de bomba de gasolina" han dibujado esbozos de lo que será mi alimentación a finales de 2013.
Balancear mi alimentación no ha sido sencillo estos últimos meses, así como tampoco lo ha sido balancear mis tiempos. Semanas laborales de lunes a sábado me han forzado a apreciar genuinamente lo que es un fin de semana de dos días. Días laborales de horas extendidas han revelado lo mucho que se puede hacer en una tarde libre. Sin embargo, no me he quedado sin ropa limpia aunque sí algunas veces con una nevera llena de cosas inútiles. Y los domingos.... Bueno, ellos son el reflejo atropellado de como mi mente funciona y se equilibra.
Venía en la camioneta hacia este tercer encuentro dominguero, que ya tres veces ha iniciado con la misma sensación, escuchando la lista de reproducción que mi hermano diseñó en las últimas horas que dormí en Venezuela. A pesar de haber retrasado esta cita una hora salí del hotel con las mismas de las veces pasadas. Las canciones que me acompañaban en el recorrido ya las había escuchado camino al pueblo tres semanas atrás. Ya habían despertado en mi un desesperar ante la emoción de saber que Eduardo es mi hermano y que me dedicó un desvelo en tan buen arreglo musical.
Entre intensos sentimientos de hermandad y con la cara totalmente relajada e inerte me puse a pensar en lo seccionada que está mi vida en este momento. Conozco a mi familia y la tengo cerca y querida en recuerdos que se volvieron realidad absoluta en un viaje decembrino a través del tiempo a lo que aún considero mi hogar. Ansío seguir viviendo el cambio y recibiendo noticias de futuros desconocidos y prometedores. Respiro tranquilo la voluntad que me mantiene viviendo en un sitio totalmente distinto al que experimenté durante 24 años de mi vida. Me intriga conocer más personas que protagonicen conversaciones futuras. Anhelo poder ver lo que mis hermanos están viviendo y vivirlo con ellos. Quiero vivir en tres lugares distintos donde el tercero es prácticamente cualquiera menos los otros dos.
A setenta millas por hora estaba programada la velocidad de la camioneta cuando mi mente divagaba. Pensé en una frase que leí ayer acerca del morir lentamente. El señor Neruda me había aconsejado, entre otras cosas, que al hablar compartiera mi pasión y preguntase por la de mi contraparte. Mi pasión... Ya son varios años los míos entendiendo la importancia del balance y varios más en la afinación interminable por su alcance. "Creo que me he quedado sin pasión" pensé. Pensé en cuando dibujé, en cuando bailé, en cuando escuché, en cuando escribí, en cuando toqué, en cuando aconsejé, en cuando estudié, en cuando hablé, en lo que estoy haciendo con mi vida. Hace dos semanas la chica que hoy vería me había deleitado con su fascinación por El Holocausto. Mencionó libros, me mostró fotos, y yo me digné a sólo escuchar y ver. Conversé y mantuve todo a buen nivel. ¡La primera vez hablamos por buenas cinco horas!
Pero el recuento que estaba haciendo en la autopista no me estaba satisfaciendo. Creo que no dejé ver alguna pasión focalizada ese domingo. Tampoco el siguiente.
En vez mi mente entendió muy bien lo que mencionó acerca de sus planes y de sus ambiciones. No lo olvidó al describirle yo la cita a mi compañero de oficina. "Es un chica buena, no creo que deba corromperla. Me gusta ella pero no cómo vislumbra su futuro" fue el resumen concentrado de horas compartidas y llenas de un sentimiento de tranquilidad.

¿De quién o qué es la culpa de que una hora más tarde del momento acordado ella no esté aquí?
Ya estaba cerca de la ciudad cuando pensé que estoy muy balanceado. Que estoy soportando con fuerza divina un balance volcado en pros de un futuro amplio y lleno de las más diversas decisiones. Decisiones que a este paso las tomaré con muy poco contacto humano, o al menos de aquél que disfruto en demasía, análogo a un domingo nublado de sábanas blancas y refrigerador lleno. De cocinarnos.
No puedo pedirle a nadie que venga. Yo no quiero ir a ningún otro lado. Entonces me mantengo avanzando en esta gruesa cuerda, balanceado, pidiéndole en absoluto silencio a todos mis queridos y muy preciados que por arte de magia me observen y se mantengan. Estoy desaparecido, pero el acto aún no termina... Ahora es cuando se pondrá bueno.

domingo, 20 de enero de 2013