sábado, 27 de octubre de 2012

De Vidas y Barras

La soledad pega fuerte cuando uno inocentemente se enamora de ella. El caminar. Pensamientos constantes en delirios de compañía que se materializan en la distancia de los obstáculos que la obstinación propia anima. La cuenta de una pareja de extraños. Nada nos acobija en una cama tan grande. Nadie nos regocija cuando de repente llega una noticia sin aviso. Nadie explica el sin sentido. Ni si quiera hay alguien que lo intente. Sólo alguien en la barra. Pide carpaccio. Sólo la mesera que sonríe y acaricia tu espalda. La vista nublada cegada en la credulidad de un astigmatismo exagerado por la necesidad profunda de tener un descanso. El tiempo que se acaba. Y reinicia sólo para ser insuficiente otra vez. La lujuria de los restaurantes y del medido pedido. Las actitudes entre la sosobra de no actuar en cercanía. Acariciando constantemente a la soledad inexistente. La soledad que acontece en el extraño. Éste. Sentado 4 sillas a la derecha indeciso entre el querer o no querer un digno digno sentimiento. Como el que siento justo ahora. Puntual como el salmón.

martes, 16 de octubre de 2012

En Más De Dos Años

Qué fidelidad la asociada a mantener un espacio cibernético como este activo. O constancia evolucionada e interrumpida. Porque la primera entrada que fue publicada en 2009, a pesar de haber sido escrita por una persona muy distinta, tiene los destellos de los mismos dedos que hoy teclean.

Para dejar en claro, hoy es Martes 16 de Octubre de 2012 y yo me encuentro a seis minutos de retraso de mi cita con mi densa rutina. Gracias, gracias que tengo como romperla, como rompiéndola cuando me da la gana. Están todos invitados a la fiesta.

Ya dije que los días están todos pegados y que las semanas pasan y yo no las cuento. Vivo en el aspirar  de poder hacer banalidades pero cuando algo de tiempo llega para ellas pues decido no hacerlas y en vez me dejo influenciar por la invitación de ir afuera y respirar algo de aire, algunas veces mía otras no.

El pueblo es bonito y limpio, aunque no se compara a París. Y la gente es agradable, aunque no se compara a la de París. Y para ser algo justo, debo decir que no conozco a toda la gente de aquí, ni a toda la de París. Pero igual, quisiera quizás estar viviendo ahora en París. Quisiera, y ya. Por una niña bonita quizás. Una por los momentos.

Ya no bailo en público, ni duermo hasta tarde. Me cocino para mi y prefiero fregar a usar el lava platos. Mi iPod encendido se ha vuelto un placer supremo y un buen amigo hasta el punto de lo extraordinario, y mi computadora se ha extendido. Me encuentro aún mentalmente activo. Gracias.

Pero no soy el mismo. No señor. En estos años he cambiado. Pero puedo decir con gusto. Nano, aquí estamos.

Pa' lante hermano!

Sobre el Piso de Carlos Cruz-Diez

Recuerdo bien la imagen de la última vez que vi a mi familia en persona. Recuerdo el sentimiento aguantado que amenazaba mis rodillas y hacía mi bolso de mano más pesado. Recuerdo el haber pensado en cuál sería la cantidad apropiada de voltear, pensando en medida, como suelo hacer, y por primera vez haberme desbordado en sentimiento, nublado el método y ahogándome finalmente en queriendo, queriendo en vez de midiendo. Probablemente la jaula más fuerte y más propia visceral que he experimentado.

Recuerdo la cara de mi hermano. En esa última imagen recuerdo bien la cara de mi hermano porque creo que fue la única que no pude ver en los abrazos. En los abrazos recuerdo la fuerza y el agarre de mi papá. Recuerdo a mi mamá con una sonrisa de lágrimas y Michelle de hombros encogidos. Recuerdo la estancia y alineación de mi familia en ese último segundo, forzado último ante una puerta especular cerrada inesperadamente a unos pocos pasos.

Hasta hoy tal fue la última vez que vi a mi familia en persona.



Vislumbro con cariño y deseo la próxima vez que pueda verlos.


Treinta de Mayo de 2012 - ## de Abcde de ####.

sábado, 6 de octubre de 2012

Venezuela 2012

Llevo dos horas viendo sin parar Erika Tipo 11 en YouTube, particularmente la sección frente a la cortina roja. Me gusta demasiado cuando contiene la risa sin éxito, como se vuelve su cara.

En esa larga sesión he reído placenteramente y me he asegurado de formar parte del público. He reaccionado y opinado y pretendido que ella me mira directamente a mi.

Ahí o aquí me vi envuelto en temas que me gustaría comentar a mi alrededor y una vez más me sentí abordado con ganas de estar rodeado de mi país. Y, aunque conozco claramente sus incomodidades, quisiera estar en Venezuela.

Es sencillo sentirse cálido y recogido en un país que nos alimenta de si mismo y sin querer nos aísla.

Sin embargo. Confieso tranquilo que no renunciaré a mis metas.