En bachillerato, en mi cuaderno de matemáticas, en algún momento, uno de esos en los que me caía de la nube de que Ariadna me paraba, iba a las últimas hojas y empezaba a escribir lo que Bruce Willis me enseñó en Sexto Sentido. Escribir, escribir y escribir sin pararme a pensar lo que estaba escribiendo.
Empezaba por lo que fuese, por lo que pasase por mi mente, y poco a poco iba divisando palabras acerca de sentimimentos, represiones, impresiones, juicios, gustos, posibilidades, entendimiento, locura para alegrarme, querer, odio para relajarme (afincaba más la letra =D). Cuando salía alguna frase que daba en el clavo, sentía como el peso se desamarraba de mi pecho, se volvía aire tibio que viajaba a mi garganta, se me escapaba en el aliento y ahí quedaba, plasmado.
Ese instante es como flotar en suma satisfacción.
Era relajación, por lo que se puede enterder en primera instancia. También era orgullo. Orgullo de tener la capacidad de sentir algo que dentro de ti es tan abstracto, que se mueve, sofoca, y luego escribir alguna frase organizada para dejar constancia fiel acerca de lo que pasó, dentro de ti. Simplemente acercarse, minimizar el error.
Ahora. En otro país, lejos de casa y de las personas con las que estoy acostumbrado a vivir, en un sitio donde no hay familia sino un futuro brillante, donde hay aprendizaje a borbotones, otro idioma, éxito, me encontré en un día apático y en un bloc cuadriculado. Me encontré en un bloc cuadriculado, con hojas parecidas a las de mi viejo cuaderno, ecribiendo el post anterior.
Y al terminarlo, en la pagina anterior, escribí luego lo siguiente:
Tengo mi trabajo adelantado, y un bloc de cuadros en el que me fascina escribir. Así que escribo.
En momentos como éste de repente me pega un impulso por dejar registro de lo que estoy sintiendo. Ahora que lo pienso, o que hurgo en lo que estoy sintiendo me doy cuenta que es algo muy turbio, y escribiendo lo aclaro. Mala suerte si esto apesta, algún día no lo hará.
Quizás lo que me esta pasando es lo que le pasa a las personas cuando detienen el hábito de fumar. Estoy limpiando mi sistema, y en el proceso sudo frío, la cabeza me da vueltas y la mayor parte del tiempo no sé sobre qué estoy escribiendo, aunque sí sobre lo que leo. Quien lo piense bien notará lo tortuoso que es esta situación para mi. ¿Por qué? Porque quiero escribir.
En medio del trabajo, entre el llenado de formas jerárquicas llenas de equipos que me llaman la atención, empiezo a encontrar mi calma escrita, insitada por este magnífico bloc. También la pluma con la que escribo hace el proceso más atractivo. Me gusta la imagen.
Ahora pienso que hablando de nada me empiezo a divertir.
E insisto en que es nada para huir de alguna etiqueta, tratando de hacerme inmune al lector. Y quizás se trata de vulnerabilidad precisamente, de no tener miedo a dejar conocer lo que me gusta, más allá de lo tonto del tema: no es eso. No me parece que escribir sobre algo "tonto" sea tonto, me parece que escribir sobre nada es tonto. No tener asunto.
Por ejemplo, ¿qué asunto le pondría Verónica a uno de mis escritos? Si alguien le preguntase: ¿y de que habla? ella pudiese resumir. O cualquier otra mente. Cualquiera. Quiero universabilidad de lectura en mis escritos, un argumento claro, debatible. Y siempre me consigo ampliando mi mente un poco más... ¡Qué desastre!
No hay comentarios:
Publicar un comentario