La verdad es que muchas veces pensé en aspectos bien particulares tuyos.
Al principio simplemente me llamas la atención. Eres bella.
Y bella en general, quien te vea te ve bella, cualquiera. Inclusive aquel que asemeja tener gustos peculiares, exigentes. Una chica linda, con gracia y torpeza. De mirada que quiere ser ignorante de quien la observa. Como que nos ves en microsegundos, continuando la actividad original. Giros por supuesto. Y creo que me miras a mi.
Ok, ¿qué sucedió aquí? Vi a una niña que me llama la atención.
-¿Cuál te llamó la atención, la de franela azul o la de todo naranja?- le pregunté.
-OBviamente... ¬¬ Naranja.
Sigo en mis clases, claro. En esos días de la semana donde me levanto y lo primero que pienso es en qué carrizo desayunaré. Desde que tengo uso de razón siempre me han disgustado los desayunos. Seguramente tiene que ver con el hecho de que en el colegio me veía obligado a comer el mismo cachito de jamón y queso amarillo, todas las mañanas a las 10:30 a.m. después del hambre eterna. Conclusión, mi estómago definitivamente se ha acostumbrado al ayuno matutino. Además siempre los mismos sabores, siempre el pan seco, y la bendita margarina excesiva, nunca mermelada, y el queso, el queso amarillo que nada me gusta. ¿Qué con el DESayuno? -La comida más importante del día- dice mi abuela.
Volviendo a ella, y el punto incesante que quiero aclarar. No me concentro.
Y una nota taradeada fastidiosa, mmmmmmmmmmm. Mmmmmmmm. MMMMMMMMMMM. Bueno, el medio donde ella se desenvuelve es chévere, ahí voy.
Ahora estoy cerca tuyo. Mi meta es conocerte, es decir, hablarte a ver qué tal todo.
Pero no lo hago. Dios. No lo hago. No hablo contigo. Sólo te miro, y te miro, y pienso en que es como interesante mirarte porque eventualmente lo notarás, y los engranajes se moverán solitos, sin estar yo de atorado o desesperado.
Y respondes tan sutil como mi estímulo inicial. Una respuesta, ahí está. La tengo, la veo, me estás dando una señal.
-No no no no no. Tú podrías hacer eso con cualquier otro... cinco veces... seguidas... conociéndolo tan poco como a mi. Seguramente.-
Aparece mi cobardía. Yo empiezo a imaginar lo que ni si quiera ha comenzado.
Mira, la verdad es que yo no me la imagino a ella en una conversación con mis amigos, por diferencias notables. Mírala. A ella le gusta hablar de otras cosas, y se ríe de otras cosas; yo creo que nuestros temas de conversación ella los catalogaría de toontos. Y nunca está sola. ¿Cómo le hablo de qué, si nunca está sola? ¡Ah! ¡Ahora sí está sola! ¿Pero de qué le hablo? No no no no no. Relajado. Si la vida está tan chévere. Y cómo podrías mantener una relación en este medio si ni si quiera estás seguro de cuál es tu capacidad para relacionarte satisfactoriamente, nano. Manteniendo espacios claros me refiero.
-La verdad es que estoy buscando encontrármela por ahí. Pero cuando me la imagino estando conmigo, el sentimiento es TOTALMENTE opuesto, que ladilla verla por ahí...- le dije a mi amiga.
- Wao ...- respondió
Y la verdad es que soy un cobarde. La verdad es que quieras o no, sea de tu tipo o no, sea un simple flaco sin nada interesante que decir o no, tú me diste la señal, y yo la vi. Y la confirmaste, y yo lo noté. Y sonreiste al hablarme, y yo parecía un bobo. Compartimos varios momentos de extraños, que nunca llegaron a ser íntimos. Aunque nunca dejé de verte.
Ahora te veo. Me saludas y ya no sé por qué no contesto, sólo te veo. No sé si porque ya no me importa, ni lo que piensas de mi, ni lo que podría pasar. Pero estoy seguro que te digo hola, hola con la mirada, a tus ojos, tu cara redonda.
La verdad es que yo no te conozco... Porque no me tomé la molestia.
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