martes, 28 de diciembre de 2010

¡Feliz Día de Los Santos Inocentes!

Feliz día de Los Santos Inocentes a todo mis queridos lectores.

Pues esta publicación consiste en el relato de cómo inició mi 28 de Diciembre de 2010. Más fielmente, cómo iniciaron los 28 de Diciembre de 2010 para mis hermanos y para mi.

Ejem.

Estábamos navegando en Internet a eso de las 11:30 de la noche anterior. El lugar era nuestro cuarto, yo con mi laptop en la cama y mi hermano en la computadora de escritorio. Navegábamos en lo que más nos gustaba, Twitter, tonterías muy específicas de Facebook; entonces la escena se reducía a un momento agradable tranquilo y chévere, muy a lo Eduardo pues.

Las doce de la noche llegaron y yo no me había dado cuenta. La misma actividad se había extendido desde un par de horas atrás y no parecía cesar pronto, seguíamos en las computadoras. Yo ahí bien concentrado en mi pantalla.

En eso Eduardo entró al cuarto con una risita (ni si quiera me había dado cuenta en qué momento había salido) y comenzó la mejor parte de la fecha, el inicio.

He aquí objetivamente lo que el señor Eduardo armó:

  • Cambió el azúcar del café por sal
  • Escondió todos los rollos de papel higiénico de la casa
  • Mojó el asiento del inodoro de nuestros padres con agua
  • Mezcló agua con colorante amarillo y con mi consentimiento y aliento la vertió en el pasillo, entre la puerta de nuestros padres y la de nuestro cuarto, simulando orine
  • Escondió las cholas de nuestros padres en el cuarto de Michelle

Para entonces estábamos ya los tres riéndonos en el cuarto de Michi, tratando de visualizar cómo sería la reacción de nuestros padres. Yo no podía contener las risas (atípico) con sólo pensar en la cara de mi papá cuando saliera al pasillo con los pies descalzos. Su hipotética cara de asco me mataba. A Michelle le daba demasiada risa pensar en el momento de escupir el café salado... Y Eduardo, genio insaciable del humor, estaba navegando en la computadora para encontrar más ideas de bromas en la Web, semi-serio pero sonriente, obviamente con la mejor actitud posible.

Aquí es donde cabe la oda a Eduardo.

Yo en ese momento dije literalmente: "amo excesivamente a Eduardo en este momento".
Las bromas estaban muy bien hechas y además viniendo de su pequeña mente era sencillamente genial, nice. Eduardo todo un personaje. Es que nada más con ver los ánimos y las risas que lo acompañaban cuando las brillantes ideas iluminaban su mente me hacía sentir bien poder presenciarlo. Además era progresivo, pues se buscaba incrementar el nivel y el detalle de las bromas, de allí que programáramos las alarmas de los tres celulares de mi papá, el celular de mi mamá y su reloj despertador a sonar en armonía a las 5:50 a.m.

Más tarde, disfrazando la sal con una ligera y superficial capa de azúcar pensamos en dejar el equipo de sonido de la sala a máximo volumen, listo para reventar apenas fuese encendida la televisión.

Factor no considerado: mi abuelo dormía en la sala.

Realmente admiro la chispa inicial de mi hermano y la fresca divertida actitud de mi hermana. Los quiero niños.





Ya el resto es irrelevante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario